¡Cuidado! AXE es peligroso...
Hace un rato íbamos mi buen amigo, Germán Villegas, y yo caminando por el centro de la bella ciudad de Poza Rica. Íbamos comentando un millar de estupideces (¡Qué raro!) y en eso se nos ocurrió una muy buena (según nosotros, ofcors) variante para los anuncios de AXE.
Como todas van a querer un pedazo de tí si usas este deodorizante, nos quedamos pensando en qué pasaría si te rocías los genitales... ¿te imaginas? ¿No? Bien, pues si no tienes idea, has venido al lugar indicado (Oh, grandioso oráculo de Kikeanushire).
Una vez definida la indumentaria procedes con el rito de vestirte: te sientas en la cama para ponerte talco en los pies (sabes que hará calor y no quieres Roquefort en tu cuarto). Acto seguido te pones las calcetas de ayer, que todavía no huelen tan gacho. Te levantas para enfundarte en el pantalón. En eso, recuerdas que te acabas de comprar la nueva fragancia de AXE, ésa que les marca el camino, y como todo un experto en detectar los choros publicitarios, decides rociar tu salchichita, nada más para demostrarle a tu sobrinito de quince años que usar una marca de desodorante no atrae a las mujeres como por arte de magia. Te pones el pantalón, te rocías el sope, pa' que no huela después a ajito con cebollita, te pones tu playera y sales a la fresca mañana.
Todo va bien. De hecho, mejor que otros días. Las mujeres voltean a verte de la forma más lasciva que pueden. Te desean y lo saben (y tú también), pero todo te parece como si estuvieras en un cuadro de Dalí, así que no le das importancia.
Llegas a tu trabajo y las recepcionistas hasta se humedecen los labios con la punta de la lengua cuando te ven. Pones cara de no entender la situación, pero les sonríes, y te vas a tu oficina.
A eso de las once de la mañana tu jefe (quien por cierto tiene una secretaria que está buenísima y que te ha bateado 23507 veces desde que le tiraste los perros aquella noche en la fiesta de cumpleaños de la esposa de tu jefe) te llama a su oficina y por primera vez en la vida, su secretaria se da cuenta de que eres material encamable.
Mientras tu jefe te dice que has incrementado el índice de eficiencia de la red de la empresa, su secre (Esmeralda, según recuerdas) te lanza miraditas discretas (pero qué candentes...), cruza y descruza las piernas, y hace toda la parafernalia que usan las chicas para atraer a los hombres, y tus hormonas, desde luego, comienzan a trabajar a todo vapor.
Regresas a tu oficina halagado por las palabras de tu jefe y con la mente nublada por la tanguita azul de Esmeralda. En eso, ella entra a tu oficina y cierra la puerta. Se te sienta en las piernas y comienza a besarte el lóbulo de la oreja derecha. Comienzas a excitarte y no resistes más. Comienzas a besarla desenfrenadamente y la cosa acaba sobre tu escritorio.
De pronto, ¡Sácatelas, babuchas! ¡YA NO TIENES PITO! El pinche comercial de AXE era cierto. Y es en este momento cuando comprendes que la mercadotecnia no es tanto gancho... sí funciona el sistema.
-No mames, está cabrón. Pinche vieja enferma me cortó mi salchichita... ¡No mames! Pinche kikewaa, con razón el usa el desodorante de la Especia Vieja.
Esmeralda se sale de la oficina con su pedazo de tí (¡cómo viene a tí el slogan de la nueva fragancia de AXE!) y se lo lleva a su casa. A tí te curan lo que quedó allí y te vas todo alicaído a tu casa.
En eso te dan ganas de hacer "pipis y gañas"...
(Tono de marcar; digitando un número. Biiip, biiip...)
-Bueno, ¿Quién habla?
-Hola, Esme. Habla ********. Fíjate que me dieron ganas de hacer pipí; no seas malita, pon esa madre cerca de la taza, ¿no? Es que ya me urge. Ah, por cierto... ¡cuidado, porque siempre salpico la taza! ¡Adiós!
Como todas van a querer un pedazo de tí si usas este deodorizante, nos quedamos pensando en qué pasaría si te rocías los genitales... ¿te imaginas? ¿No? Bien, pues si no tienes idea, has venido al lugar indicado (Oh, grandioso oráculo de Kikeanushire).
El Gran Quiketecutli se honra en presentar:
"SALCHICHAS AXEADAS"
Una mañana te levantas muy contento y te metes a bañar. Sales de la regadera y te secas el cabello y el cuerpo, y como todo hombre que vive solo en su depa, te sales en pelotas del baño. Te diriges a tu cuarto, obviamente; te tiras uno o dos pedos en el camino. Llegas y seleccionas tu ropa. Mientras decides, te rascas el escroto. Te haces pato porque te encanta rascarte ahí. Cuando ya casi te perforas el escroto decides ponerte esos lindos jeans de hace una semana y la misma playera de hace tres días que te dió hueva echar a la ropa sucia.
Una vez definida la indumentaria procedes con el rito de vestirte: te sientas en la cama para ponerte talco en los pies (sabes que hará calor y no quieres Roquefort en tu cuarto). Acto seguido te pones las calcetas de ayer, que todavía no huelen tan gacho. Te levantas para enfundarte en el pantalón. En eso, recuerdas que te acabas de comprar la nueva fragancia de AXE, ésa que les marca el camino, y como todo un experto en detectar los choros publicitarios, decides rociar tu salchichita, nada más para demostrarle a tu sobrinito de quince años que usar una marca de desodorante no atrae a las mujeres como por arte de magia. Te pones el pantalón, te rocías el sope, pa' que no huela después a ajito con cebollita, te pones tu playera y sales a la fresca mañana.
Todo va bien. De hecho, mejor que otros días. Las mujeres voltean a verte de la forma más lasciva que pueden. Te desean y lo saben (y tú también), pero todo te parece como si estuvieras en un cuadro de Dalí, así que no le das importancia.
Llegas a tu trabajo y las recepcionistas hasta se humedecen los labios con la punta de la lengua cuando te ven. Pones cara de no entender la situación, pero les sonríes, y te vas a tu oficina.
A eso de las once de la mañana tu jefe (quien por cierto tiene una secretaria que está buenísima y que te ha bateado 23507 veces desde que le tiraste los perros aquella noche en la fiesta de cumpleaños de la esposa de tu jefe) te llama a su oficina y por primera vez en la vida, su secretaria se da cuenta de que eres material encamable.
Mientras tu jefe te dice que has incrementado el índice de eficiencia de la red de la empresa, su secre (Esmeralda, según recuerdas) te lanza miraditas discretas (pero qué candentes...), cruza y descruza las piernas, y hace toda la parafernalia que usan las chicas para atraer a los hombres, y tus hormonas, desde luego, comienzan a trabajar a todo vapor.
Regresas a tu oficina halagado por las palabras de tu jefe y con la mente nublada por la tanguita azul de Esmeralda. En eso, ella entra a tu oficina y cierra la puerta. Se te sienta en las piernas y comienza a besarte el lóbulo de la oreja derecha. Comienzas a excitarte y no resistes más. Comienzas a besarla desenfrenadamente y la cosa acaba sobre tu escritorio.
De pronto, ¡Sácatelas, babuchas! ¡YA NO TIENES PITO! El pinche comercial de AXE era cierto. Y es en este momento cuando comprendes que la mercadotecnia no es tanto gancho... sí funciona el sistema.
-No mames, está cabrón. Pinche vieja enferma me cortó mi salchichita... ¡No mames! Pinche kikewaa, con razón el usa el desodorante de la Especia Vieja.
Esmeralda se sale de la oficina con su pedazo de tí (¡cómo viene a tí el slogan de la nueva fragancia de AXE!) y se lo lleva a su casa. A tí te curan lo que quedó allí y te vas todo alicaído a tu casa.
En eso te dan ganas de hacer "pipis y gañas"...
(Tono de marcar; digitando un número. Biiip, biiip...)
-Bueno, ¿Quién habla?
-Hola, Esme. Habla ********
Comentarios
se siente shido tener a tanta nena tras de uno... jajajaja