De nombres y estancias
Una tarde calurosa en Poza Rica, acompañados de un buen espresso preparado por el kikewaa, éste y Tania se encontraban enfrascados en la siguiente conversación filosófica acerca de la trasmutación de sus respectivas identidades: Tania: Yo me llamo árbol. kikewaa: Yo me llamo flor. Tania: Yo me llamo viento pampeano; aunque nunca he estado en la pampa. kikewaa: Pues yo me llamo viento del norte. Y sí he estado en el norte. Tania: ¡Pues yo me llamo viento alisio! kikewaa: ¿Qué ya has estado en Alicia?